¿Cómo has encontrado el Hospital de Lunsar, una región con elevados índices de pobreza y escasos recursos?
Las instalaciones están en buen estado en general. La verdad que hay suficiente material para trabajar tanto en consulta como en el Hospital, incluyendo quirófanos. El único problema es el personal médico algo cualificado, porque es muy difícil encontrar un cirujano o un pediatra local, por lo que médicos como nosotros somos de gran ayuda sobre todo en los momentos críticos, como en la reanimación del recién nacido o un niño en estatus convulsivo.
¿Cómo está viviendo la población la situación de la epidemia del Ébola, porque aunque está más controlada y remitiendo según la Organización Mundial de la Salud, aún no ha desaparecido?
Uno de los problemas actuales es todavía el miedo de los enfermos a acudir a un centro médico a recibir tratamiento, porque piensan que el Ébola puede estar en cualquier lugar, incluso dentro del Hospital San Juan de dios, ya que aquí murió personal muy relevante, y ese hecho se mantiene reciente. Por esto, la gente prefiere darle a los niños "hierbas naturales" y esperar a ver si curan. El problema es que la malaria en los lactantes necesita tratamiento médico o probablemente mueran (de hecho, cuando llegaban al Hospital tras 4 días de fiebre y convulsiones, a veces se nos morían 2 ó 3 horas después de ingresarlos. Hacías lo imposible, pero sabías que ya era muy difícil salvarlo.

¿Cómo valoras tu experiencia de voluntariado en Lunsar?
El balance ha sido positivo, muy positivo. La calidad humana de estas personas, el respeto por sus mayores, la educación con la que se dirigen a ti cuando te hablan, el agradecimiento que te demuestran cuando te sientas a hablar con ellos y ven que te interesas por su vida y su cultura, la tranquilidad con la que se expresan, sin querer correr por llegar los primeros ni colarse de nadie incluso en la fila del reparto de alimentos, y la felicidad que tienen sus rostros cuando les miras para saludarles. Eso, no tiene precio.
Gracias por permitirme pasar este tiempo rodeada de personas que merecen la pena. Y perdón a todos los niños que llegamos tarde y no pudimos ayudarlos.

Fotos de Carmen Cristóbal cedidas a Juan Ciudad ONGD.
Puedes ver más fotos de esta experiencia de voluntariado en nuestro Facebook.
Las instalaciones están en buen estado en general. La verdad que hay suficiente material para trabajar tanto en consulta como en el Hospital, incluyendo quirófanos. El único problema es el personal médico algo cualificado, porque es muy difícil encontrar un cirujano o un pediatra local, por lo que médicos como nosotros somos de gran ayuda sobre todo en los momentos críticos, como en la reanimación del recién nacido o un niño en estatus convulsivo.
¿Cómo está viviendo la población la situación de la epidemia del Ébola, porque aunque está más controlada y remitiendo según la Organización Mundial de la Salud, aún no ha desaparecido?
Uno de los problemas actuales es todavía el miedo de los enfermos a acudir a un centro médico a recibir tratamiento, porque piensan que el Ébola puede estar en cualquier lugar, incluso dentro del Hospital San Juan de dios, ya que aquí murió personal muy relevante, y ese hecho se mantiene reciente. Por esto, la gente prefiere darle a los niños "hierbas naturales" y esperar a ver si curan. El problema es que la malaria en los lactantes necesita tratamiento médico o probablemente mueran (de hecho, cuando llegaban al Hospital tras 4 días de fiebre y convulsiones, a veces se nos morían 2 ó 3 horas después de ingresarlos. Hacías lo imposible, pero sabías que ya era muy difícil salvarlo.

¿Cómo valoras tu experiencia de voluntariado en Lunsar?
El balance ha sido positivo, muy positivo. La calidad humana de estas personas, el respeto por sus mayores, la educación con la que se dirigen a ti cuando te hablan, el agradecimiento que te demuestran cuando te sientas a hablar con ellos y ven que te interesas por su vida y su cultura, la tranquilidad con la que se expresan, sin querer correr por llegar los primeros ni colarse de nadie incluso en la fila del reparto de alimentos, y la felicidad que tienen sus rostros cuando les miras para saludarles. Eso, no tiene precio.
Gracias por permitirme pasar este tiempo rodeada de personas que merecen la pena. Y perdón a todos los niños que llegamos tarde y no pudimos ayudarlos.

Fotos de Carmen Cristóbal cedidas a Juan Ciudad ONGD.
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